jueves, 14 de octubre de 2010

Cristo en la cruz.

Cristo en la cruz.
Los pies tocan la tierra.
Los tres maderos son de igual altura.
Cristo está en medio, es el tercero.
La negra barba pende sobre el pecho.
El rostro no es el rostro de las láminas.
Es áspero y judío.
No lo veo
y seguiré buscándolo hasta el día
último de mis pasos por la tierra.

El hombre quebrantado sufre y calla.
La corona de espinas lo lastima.
No lo alcanza la befa de la plebe
que ha visto su agonía tantas veces.
La suya o la de otro.
Da lo mismo.
Cristo en la cruz.
Desordenadamente
piensa en el reino que tal vez lo espera,
piensa en una mujer que no fue suya.

No le esta dado ver la teología,
la indescifrable trinidad, los gnósticos,
las catedrales, la navaja de Occam,
la púrpura, la mitra, la liturgia,
la conversión de Guthrum por la espada,
la inquisición, la sangre de los mártires,
las atroces Cruzadas, Juana de Arco,
el Vaticano que bendice ejércitos.

Sabe que no es un dios y que es un hombre
que muere con el día. No le importa.
Le importa el duro hierro de los clavos.
No es un romano, no es un griego.Gime.
Nos ha dejado espléndidas metáforas
y una doctrina del perdón que puede
anular el pasado.(Esa sentencia
la escribió un irlandés en una cárcel).

El alma busca el fin, apresurada.
Ha oscurecido un poco.Ya se ha muerto.
Anda una mosca por la carne quieta.
¿De qué puede servirme que aquel hombre
haya sufrido, si yo sufro ahora?

Jorge Luis Borges (Kyoto, 1984)

martes, 5 de octubre de 2010

María Mercedes Carranza



María Mercedes Carranza nació en Bogotá el día 24 de mayo de 1945. Licenciada en Filosofía y Letras por la Universidad de los Andes. Falleció en Bogotá el viernes 11 de julio de 2003. Periodista. Trabajó en los periódicos EL SIGLO y EL PUEBLO, dirigiendo las páginas literarias Vanguardia y Estravagario, respectivamente.

Se desempeñó durante trece años como jefe de redacción de la revista Nueva Frontera. Escribía la información sobre libros de la revista Semana. Desde 1986 dirigió la Casa de Poesía Silva en Bogotá. Fue miembro de la Asamblea Nacional Constituyente de 1991.

Libros de poesía publicados:
Vainas y otros poemas (1972), Tengo miedo (1983), Hola, soledad (1987), El canto de las moscas (1997), Maneras de desamor (1993).


Otros libros publicados:
Estravagario (selección de cuentos) 1976; Nueva poesía colombiana (antología) 1972; Siete cuentistas jóvenes (antología) 1972; Antología de la poesía infantil colombiana (1982); Carranza por Carranza (antología y texto crítico de la poesía de su padre Eduardo Carranza) 1985.


Decide culminar voluntariamente con su existencia el 11 de julio de 2003


LA PATRIA
Esta casa de espesas paredes coloniales
y un patio de azaleas muy decimonónico
hace varios siglos que se viene abajo.

Como si nada las personas van y vienen
por las habitaciones en ruina,
hacen el amor, bailan, escriben cartas.
A menudo silban balas o es tal vez el viento
que silba a través del techo desfondado.

En esta casa los vivos duermen con los muertos,
imitan sus costumbres, repiten sus gestos
y cuando cantan, cantan sus fracasos.

Todo es ruina en esta casa,
están en ruina el abrazo y la música,
el destino, cada mañana, la risa son ruina;
las lágrimas, el silencio, los sueños.

Las ventanas muestran paisajes destruidos,
carne y ceniza se confunden en las caras,
en las bocas las palabras se revuelven con miedo.
En esta casa todos estamos enterrados vivos.


MALDICION

Te perseguiré por los siglos de los siglos.
No dejaré piedra sin remover
Ni mis ojos horizonte sin mirar.

Dondequiera que mi voz hable
Llegará sin perdón a tu oído
Y mis pasos estarán siempre
Dentro del laberinto que tracen los tuyos.

Se sucederán millones de amaneceres y de ocasos,
Resucitarán los muertos y volverán a morir
Y allí donde tú estés:
Polvo, luna, nada, te he de encontrar.

POEMA DEL DESAMOR

Ahora en la hora del desamor
Y sin la rosada levedad que da el deseo
Flotan sus pasos y sus gestos.

Las sonrisas sonámbulas, casi sin boca,
Aquellas palabras que no fueron posibles,
Las preguntas que sólo zumbaron como moscas
Y sus ojos, frío pedazo de carne azul.

Días perdidos en oficios de la imaginación,
Como las cartas mentales al amanecer
O el recuerdo preciso y casi cierto
De encuentros en duermevela que fueron con nadie.
Los sueños, siempre los sueños.

¡Qué sucia es la luz de esta hora,
Qué turbia la memoria de lo poco que queda
Y qué mezquino el inminente olvido!.