Hube de nacer un día
En un instante cualquiera.
He de morir, también, cualquier día
En un momento cualquiera,
Porque no soy eterno.
Nací porque sí,
No fui ni siquiera una idea,
Como tampoco un pensamiento.
Soy algo impensado, quizás un desacierto.
Obedezco a un nombre,
Que alguien me puso como a cualquier perrito.
También soy un número,
El de la cédula y todos los carnés,
El del teléfono y el de la entrada a la casa mía.
Figuro encabezando un número,
En el registro estadístico,
Como un dato puramente periodístico.
Entre el nacer y el morir,
En medio de la luz y la oscuridad,
Me debato en comenzar sin camino,
Debo aprender a vivir y nadie me puede enseñar,
No me fío de ninguno,
Porque todos están perdidos,
Dan vueltas y revueltas alrededor de sí mismos,
Y el norte geográfico no es el norte mío,
Y como nadie nació aprendido,
Debo confiar en mi razonamiento.
Yo seré el maestro,
Yo seré el camino,
Yo seré el puerto de la llegada mía.
No puedo pensarme antes de conocerme,
Acudo, entonces, a mi imaginación,
Para inventarme como un sueño,
Mientras soy prisionero de las formas mías
Como una crisálida,
Que habilita sus alas,
Para iniciar el vuelo en busca de sí misma,
En forma de mariposa.
JAVIER ISAZA SANTOS
Biblioteca EL TUNAL
Bogotá D.C. Agosto 2010